La Historia “coraje” de Bebe

Beatrice, llamada Bebe, tiene diecisiete años y en 2008 descubrió que había contraído una grave enfermedad con un nombre amenazador: el meningococo. Día tras día se despertaba con las venas a punto de estallar y que le creaban heridas en las extremidades. Paso ciento cuatro días en el hospital y dice que se alegra muchísimo porque ha batido un récord: pasó en la isla de Elba un día más de lo que duró el exilio de Napoleón. Bebe ha sido una más de los treinta mil jóvenes que participaron en la Route 2014 dell’Agesci (encuentro multitudinario del Movimiento Scout). Un camino no solo de apariencias sino también de trascendencia, hecho de ejemplos concretos, de experiencias de vida, dicho con una palabra clave: de coraje.

Bebe tuvo que sufrir amputaciones por la necrosis que provocaba su enfermedad. Pero tenía una fuerza, típica del pragmatismo véneto, para reaccionar con una sonrisa a las mutilaciones, pensando que la otra opción habría sido la muerte y que su salvación solo dependía de esas drásticas operaciones. “Mientras que no te mueras, todo va bien”, decía Bebe. Tras la enfermedad partió desde cero y, con la ayuda de su familia y amigos, encontró la fuerza de empezar a vivir de nuevo la belleza de las cosas y de descubrir su sabor. Un año después de la amputación sufrida volvió a practicar la esgrima, su gran pasión, y a participar en las actividades de su grupo Scout, el Mogliano 2. Con la ayuda de otros menores de edad también con amputaciones, fundó una asociación ONLUS que se ocupa de proveer equipamientos deportivos a los jóvenes minusválidos para que puedan alcanzar su sueño. A pesar de las dificultades que la vida ha puesto en su camino, Bebe es feliz y ha conseguido superarlas encontrando el valor en sus pasiones y en sus seres queridos.

Historias como la de Bebe dan el sentido de cuánto son importantes colectivos como el de la comunidad Scout, de cómo la discusión sobre los grandes temas de la vida no pasa solo por profundos estudios sino que también se propone a través de los ojos y la sonrisa de coetáneos. En un mundo que ha hecho de los estereotipos su línea de comunicación (“extracomunitario”, “juventud perdida” por poner dos ejemplos…) y que interpreta la realidad según estos esquemas, es casi inevitable convencerse de que lo que existe como síntoma del malestar de la sociedad, es por el contrario la fase terminal de una enfermedad irreversible.

Sin embargo, la Route nazionale Agesci, organizada hace poco tiempo en Pisa, ha ofrecido, incluso visiblemente, un cambio de mentalidad. Miles de tiendas de campaña de colores, alegres, “vivas”. Para quien trabaja como periodista las imágenes de las tendópolis hacen que volvamos a sentir el corazón en un puño: inundaciones, terremotos, sufrimiento, “llanto y rechinar de dientes” para usar las palabras de la Biblia. Pequeñas coberturas de emergencia que en su mayoría sirven como primer amparo a los más jóvenes, a niños y adolescentes; pero en el Parque regional de San Rossore, en Pisa, esa infinita planicie de tiendas representaba la belleza de estar juntos, la capacidad (¡por fin!) de hablar.

Marilina Laforgia y Matteo Spanò, Presidentes del Comité nacional dell’Agesci afirman que “tan solo ha pasado un mes desde la clausura de la Route nazionale, y todavía es pronto para hacer balance. Pero está claro que ya existe una idea de futuro. Lo que nos ha dejado especialmente satisfechos es la calidad de la participación de los chicos. No renunciaron a la alegría, al gusto de estar juntos, pero en aquellos momentos en que les era requerido, supieron ser serios”.

Los responsables de Branca Rover y Escoltas, Elena Bonetti y Sergio Bottiglioni siguen explicando que “ahora ha llegado el momento de la verificación, lo cual presupone un distanciamiento emotivo para poder leer la experiencia que hemos vivido con la debida serenidad y objetividad. Tenemos que cortar el cordón umbilical que nos une a todo lo que acabamos de vivir, y pasar página. Es la hora de evaluar el impacto metodológico, político y asociativo que la Route nazionale ha tenido. Todo llega a su fin, acostumbrarse al final es una actitud educativa que debemos transmitir. No podemos detenernos en la nostalgia de las emociones pasadas; nuestra tarea ahora es desmontar las tiendas y volver a lo cotidiano. Una primera consecuencia de esta experiencia es poder afirmar que “¡los Scouts estamos aquí!”

Traducción a cargo de ProLingua