De la oscuridad de la depresiòn al redescubrimiento de la vida

Renacer tras el suicidio. No es un contrasentido sino lo que le ha sucedido a Giordano Tomasoni. Se casa a los 37 años y dos años después nace Vittoria, “un ángel rubio” y la “familia idílica” –como él mismo la llama– se instala en su vida cotidiana”. Le encanta su trabajo, tiene una esposa adorable, transcurre su tiempo libre con los amigos entre montañas nevadas o, en verano, subiendo las revueltas sentado en el sillín de su bicicleta.

“La vida me anticipa la noticia de que volveré a se papá, Vittoria tendrá una hermanita a la que llamaremos Alessia, pero antes de que venga al mundo sucede algo que trastorna no solo mi vida, sino la de todos aquellos que me rodean”. Un oscuro mal se va abriendo camino en su interior. Es la depresión.

“Un día me vi en el coche, solo, con un enorme dolor que tenía que eliminar costara lo que costara. En aquel momento me olvidé de que era un padre, un marido, de todo… no razonaba mientras recorría en coche tres o cuatro kilómetros hacia aquel puente. No veía el valor de la vida y mucho menos las repercusiones que aquel gesto habría tenido en mis seres queridos. Lo único que quería era liberarme en el menor tiempo posible de aquella desesperación que iba en aumento”. Y así, una fría mañana de noviembre, Giordano aparca el coche, se baja, camina pocos metros, salta la barrera y se tira. En su libro “Esserci può bastare” (Estar puede ser bastante) Giordano escribe: “Elijo la muerte como alternativa a una vida que de repente ya no me permite disfrutar de los perfumes de la alegría, sin puntos de referencia y guiado por una fuerza irracional me lanzo al vacío con la esperanza de quitarme de encima el dolor y desaparecer para siempre”.

En la caída se destroza una vértebra y el diagnóstico es despiadado: paraplejia. Giordano ha tenido dejar espacio para una silla de ruedas. Durante el año que ha transcurrido en el Centro de Rehabilitación Motora de Mozzo, en la provincia de Bérgamo, tiene ante sí una nueva vida. Es el momento de renacer. “En aquel periodo me di cuenta de que Dios existe incluso en los gestos de personas desconocidas, como las que estaban cerca de mí en la Unidad de Patología Espinal de la clínica”. Un bofetón de amor que ha representado un vuelco: “He encontrado la fe cuando he vuelto a encontrar las relaciones humanas”.

No solo su vida ha cambiado drásticamente, sino también la de su familia: “Pienso continuamente en lo estúpido que fui al no darme cuenta de la suerte que tenía. Hoy me queda una pregunta cuya respuesta ya conozco ‘¿Era necesario llegar hasta ese punto?’ Pienso en el futuro de mis niñas, no sé si seré capaz de darles buen ejemplo esforzándome en contarles la verdad”.

Giordano Tomasoni va por las parroquias, escuelas y convenios explicando el suceso que habría podido frustrar las infinitas posibilidades que existen para poder intentarlo de nuevo. Ha escrito dos libros y está preparando el tercero. Forma parte de la selección nacional paralímpica italiana y ha participado en los últimos Juegos Olímpicos de Sochi 2014 en la disciplina de esquí nórdico: “Sentado en una silla-esquí en la que van acoplados los esquís de fondo, me impulso solo con la fuerza de mis brazos y os aseguro que así se puede avanzar tanto… fatiga y satisfacción viajan en simbiosis”. Ha recorrido Italia a lo largo y ancho en su handbike, y precisamente estos días es la “maglia rossa” del Giro de Italia, declara sonriendo y con las ganas de volver a la carretera el 28 de septiembre para la etapa de Lugano, la gran final.

“Creo que todavía se habla poco de la depresión, es una enfermedad provocada por la falta de serotonina y se puede curar yendo a un especialista. Pero hay que tomar la delantera. Estamos rodeados de estereotipos: la familia perfecta, la esposa perfecta, etc., y cuando te alejas de todo esto te sientes equivocado. Yo perdí la batalla de abrirme a los demás, de pedir ayuda, de mostrar mis debilidades. Es como estar frente a un manantial de la vida, en la primera parte de mi existencia, la de normodotado, solo me preocupé del instrumento que me servía para beber, no un vaso de plástico sino uno de fino cristal, es decir, solo hacía caso de los aspectos materiales. Sin embargo, en la segunda parte de mi vida, he descubierto que el agua es lo único importante.