Ataque a la cristiandad

Faltan pocas horas para el 11 de septiembre. Unos diez aviones desaparecieron en el aeropuerto de Trípoli, conquistado hace unos días y que precisamente cayó en manos de los integristas islámicos. Una amenaza explícita proferida por al Bagdadi, el autoproclamado califa del EI (Estado Islámico) que en julio, durante un mensaje en vídeo, hablaba de “conquistar Roma”. Al parecer el escenario ya está listo, y paso a paso las piezas del puzle se van componiendo.

Pero la cuestión de Oriente Medio no es un enfrentamiento que se limitado a dos ejércitos, a dos adversarios. El sangriento mapa del mundo post-moderno es amplio y no escatima a nadie: África, Asia, Europa, Oriente Medio. En Egipto hay que hacer cuentas con las revueltas populares en contra del Gobierno, en Mali están enfrentados militares islámicos y Tuaregs, también en Nigeria el avance islámico provoca víctimas, así como en Somalia y en Kenia; y también en Afganistán, en Pakistán, en Filipinas. También Daguestán (Chechenia). Luego tenemos el capítulo de las guerras civiles en la República Centroafricana, en el Congo, en el sur de Sudán. Y el ataque dirigido contra los representantes de la cristiandad, como el último y horrible caso de las tres monjas degolladas en Burundi.

Ucrania, con la secesión de las autoproclamadas República Popular de Donetsk y República Popular de Lugansk. Está el conflicto de Siria, Israel y la infinita batalla en la franja de Gaza con el último horror denunciado por la UNICEF: durante el conflicto ha sido asesinados al menos 500 niños y más de 3.374 han sido heridos. Por último Irak, con las sanguinarias correrías del EI: 2.500 mujeres Yezidis vendidas a 150 dólares como esclavas en la plaza del mercado de Mosul, otras 300 mujeres Yezidis han sido vendidas en los mercados de Siria. No son teorías sino la denuncia hecha en las redes sociales por Vian Dakhil, parlamentaria de la etnia Yezidi y que ha conmovido al mundo con su encarecido llamamiento al Parlamento iraquí.

Los enfrentamientos de matriz religiosa se han agudizado en el último mes, pasando por decapitaciones, masacres, bombardeos sin precedentes. Los cristianos están el punto de mira de los fundamentalistas, el Mediterráneo se ha convertido en un polvorín a una hora de avión de Italia, con el Vaticano, Roma y el Papa. La cuna de la cristiandad es el centro de esa zona y por ello es fácil llegar desde cualquier dirección, rodeada por una creciente brutalidad hija de los conflictos que parten desde el Este de Europa y se extienden hasta África.

Una tenaza que en un mapa geográfico se parece a una diana en cuyo centro está San Pedro. Dentro de esa “casa” se encuentra la única persona del mundo que está haciendo algo concreto y determinado para detener lo que ha llamado una “tercera guerra mundial fragmentada”; no solo rezar, sino también una actividad constante para que se sienten alrededor de una mesa, casi forzándolos, los líderes de las facciones opuestas. Una llamada a negociar y la interpretación fuerte del grito de miedo de la población: ¡basta ya de guerras! Una voz que para alguien hay que callar, demasiado fuerte para que no abra una brecha en las conciencias internacionales. Es por ello que la eliminación física del símbolo de la cristiandad –ya sea una persona o el lugar de culto– podría ser el objetivo número uno de los fundamentalistas.

Traducción a cargo de ProLingua