In Terris: el valor de la escritura entre la libertad y la verdad

La Red se ha convertido en una auténtica jungla mediática, misteriosa y fascinante. Si alguien quisiera hacer en ella algo serio e importante correría el riesgo de encontrarse o enfrentarse a todo lo contradictorio e innoble que pueda existir. El hombre siempre ha sido así, capaz de elogiar la belleza o de deformarla hasta convertirla en un maldito boomerang. Publicar un diario internacional on-line es una empresa en apariencia imposible de plantear, aparte de loca y fantasiosa. De hecho, quienes decidan entrar en esta jungla virtual descubrirán la relatividad de la palabra; las letras son degradadas para dejar espacio a las imágenes más impresionantes. La información se ve mortificada por las reglas del beneficio y, por tanto, del objetivo que se desea obtener. En el marco de una aparente libertad de prensa – o libertinaje previamente bien ordenado – parece que se da espacio a instrumentos de comunicación humildes y virtuosos, que se pueden abrir camino sin irritar a los influyentes pseudolibertarios o a los comerciantes.

Estos últimos a menudo son sustitutos destinados únicamente a incrementar afanosamente la cuota de complacencia y, evidentemente, no pueden contradecir a sus propios jefes, ya sean públicos o privados. De este modo, la noticia tiende a quedar aniquilada perdiendo esa autonomía indispensable junto a una cierta dosis de autoestima. La consecuencia de este sistema engañoso es la traición de esa verdad objetiva enseñada meticulosamente por tantos “grandes” filósofos y supuestos filólogos de hoy, secuaces de la más insidiosa dictadura de ese relativismo, incluso tecnológico, donde el logos debería desaparecer. Un auténtico apocalipsis del verbo impregnado de una ignorancia despiadada en la que incluso una hez es definida como cultura por parte de los típicos ilusionistas y charlatanes de turno. Recuerdo un precioso libro titulado “L’Amour des lettres et le désir de Dieu”. Hoy sería necesario interpretar este título al contrario: “El odio por la escritura y el desprecio hacia Dios”. Quizá caminen de la mano ambas dinámicas. Internet no conoce la pietas y, por tanto, no perdona, así que todo lo que se materializa virtualmente en sus circuitos integrados deja una huella para siempre o hasta que alguien opta por el olvido. De momento, reina el caos y prevalece la mentira, la maldad y la frivolidad, la obscenidad y lo macabro. 

Frente a este inquietante escenario he aquí una pequeña gota de agua que quizá, antes de evaporarse, logre ahondar in terris, logrando el objetivo de saciar la sed de sus raíces; pero lo que importa es comenzar con el compromiso no solo de informar sino también de formar a nuestros jóvenes. Éste es el principio irreversible que ha impulsado a algunos enamorados de la escritura a salirse del coro para unirse a quienes aún creen en la insustituible misión del periodismo. Deberemos tener el valor de multiplicarnos para demostrar a un cierto mundo que es posible unirse incluso cuando existen diferencias de cultura, religión, tradición, nacionalidad e historia. Esta diversidad será aún más emocionante y enriquecedora, lo cual permitirá que In Terris se ponga de lado de quienes no quieren destruir, ni gritar mentiras, sino describir la realidad, incluso cuando ésta es cruel, siendo testigo del bien relatando historias de la vida vivida.